lunes, 3 de febrero de 2014

Cosas de Ánimas. Del "mánguili" al "fósfili"

Los monaguillos dan a besar el portapaz

Artículo publicado en el Programa de Fiestas de San Roque

Ildefonso Rueda Jándula.

Una de las Cofradías más antiguas y rica en bienes, ya desaparecida en nuestro pueblo, la Cofradía de las ánimas benditas, tenía como principal cometido la recaudación de limosnas con las que aplicar sufragios de misas por las benditas ánimas del Purgatorio. Para este fin, lo que en otros lugares se conoce como cuadrilla de ánimas demandaba limosnas en dinero o en especie, cuyo valor se destinaba al fin referido. La declaración  del Catastro de Ensenada (Año 1.751), corrobora esta afirmación, significando que la limosna se recogía con tazas, durante todos los días del año: “Perteneze a esta Cofradía la limosna que diariamente se pide y junta con las tazas y que dan los debotos de las venditas Animas que se regulan y pertenezen a cada un año por un quinquenio según el libro de entradas y quentas dadas por sus mayordomos un mill reales en cada un año ...”

Portapaces de la Parroquia de Arjonilla
Importantes debieron ser las cantidades de trigo que recogía este grupo de hermanos, cuando por el testamento de María de las Nieves Úbeda, en 1.724 se legaba un silo a la Cofradía donde guardar la especie recogida por el vecindario “Declaro que yo tengo por mío propio un silo para enzerrar cebada en la puerta de Juan de fuentes, vezino desta Villa entre la puerta y la esquina de la Calle que llaman del Comisario que mira a la que dizen de Roperos y Priores, el qual quiero y mando a la Cofradía de las benditas ánimas”. Sin embargo eran escasos los olivos propios de la Cofradía (48 pies de olivar), en los sitios del Matorral y Grilleros. De estos, conocemos un olivo denominado popularmente como “ la estaquita de las ánimas” ubicado en la bifurcación de caminos de Grilleros, donde antaño los labradores depositaban esportillos de aceituna. Estas donaciones anónimas, junto a la producción de este olivo, mantenían encendida todo el año la lámpara que incesantemente ardía junto al cuadro de Ánimas de la Iglesia Parroquial.

Cuando a finales del siglo XVIII las nuevas ideas ilustradas intentan poner orden sobre estas manifestaciones de religiosidad popular se prohibirán romerías como la del Santuario de la Virgen de la Cabeza y de igual forma, el Cabildo municipal de Arjonilla se ve en la necesidad de suspender la continua demanda de limosnas que aquejaba al vecindario, salvo la que hacía la Cofradía de Ánimas entre otras, por considerarla de beneficio público, según el acta siguiente de 1.775: “ Y si con arreglo a esta tuviese por conveniente recoger las tazas de las demás cofradías a excepción de la de las Benditas Ánimas, Santísimo Sacramento, si la tiene y Patrón Señor San Roque, por la obligación del Voto que le tiene echo esta Villa, lo podrá hacer y que sus funciones las hagan los cofrades de aquellos que no tienen caudal entre sí como lo hacen los confraternados en la de San Crispín, para que de este modo se evite la fatiga de tantas como hay en los días de fiesta”

Tres años después de estas prohibiciones, el Hermano Mayor de las Ánimas, presenta un memorial que es discutido en un cabildo del Concejo celebrado el 21 de Diciembre de 1778, solicitando permiso de la autoridad para pedir limosna el día de los Santos Inocentes. El acuerdo en cuestión, contiene datos interesantes acerca de esta costumbre perdida, en la que los individuos que formaban la cuadrilla se ataviaban con los “trajes correspondientes”,  práctica que había sido considerada en esta segunda mitad del XVIII como antigua. Estudios posteriores tendrán que ahondar en el tema, ya que el acuerdo municipal advierte de los desórdenes públicos que ocasionaba la tradición, más propios de una mascarada de invierno que de un acto piadoso, pretexto por el que se pretendía introducir de nuevo:  
“ En este Cavildo hize presente a esta Villa un memorial presentado por el hermano maior y Governadores de la Cofradía de las Venditas Ánimas del Purgatorio que se sirve en la Parroquial de esta Villa por el que solicitan licencia para pedir limosna el día de los Santos Inocentes con traxes correspondientes con el motivo de exitar la piedad y debozion christiana en alibio de dichas venditas almas. El que visto por sus merzedes dixeron concedieron las licencia que solicitan dichos cofrades con tal de que para pedir la dicha limosna no entren en las Iglesias ni se intrometan con los caballeros sazerdotes ni con mujeres aunque les ofrezcan limosnas para sacarlas de sus casas en cuerpo como antiguamente se hazía ni atropellen a persona alguna ni hagan con ella exceso contra su voluntad con aperzibimiento de que verificada qualesquiera de las cosas que lleban proibidas en el instante se recoxerá dicha lizenzia y zesará el venefizio que desean y sus merzedes apetezen y para que les conste debuelbaseles este memorial con testimonio de esta providenzia”

Ya en el siglo XIX, cuando la desamortización había asestado un duro golpe para la economía de la Cofradía, surgen otros métodos de obtener limosnas, como una rifa de objetos muebles en la que participaban también los niños del pueblo llegando a robar a sus padres para poder participar de la rifa. Por esta causa el cabildo municipal intentó prohibirla en 1820, haciéndose eco del escándalo que se producía en las familias de la época: ”siendo notorio que el producto de la tal rifa prohibida por la ley se estrae de los intereses que con tanto sudor han ganado en la siega los infelices jornaleros y que muchos hijos de familia roban a sus padres para atender a sus caprichos en aquellos días pide que se prohiba dicha rifa como contrario al espíritu de la religión a los sagrados cánones, a la moral y a las leyes, notificando así al momento al Mayordomo de ánimas, haciéndose saber la libertad en que se hallan de pedir”

CANCIONERO DE ÁNIMAS

Los “campanilleros” encargados de pedir limosnas a las puertas de los hogares, portaban faroles, guitarras o bandurrias y una campanica que hacía notar la presencia de este grupo. Al acercarse a la puerta de la casa, se cantaban las siguientes letrillas:

Las ánimas benditas,
a tu puerta han llegado,
a pedirte una limosna,
por Jesús Sacramentado.

En tu puerta está Jesús,
las ánimas a su lado
pidiéndote una limosna
por la llaga del costado.

Otras composiciones, han perdurado en la memoria de nuestros informantes, al estar relacionadas con casos anecdóticos de esta cuadrilla de ánimas. Nos cuenta Isabel Víctor lo que ocurrió en cierta ocasión con D. Manuel García Jiménez, avecindado en la calle Hornos, hoy día Doctor Castillo: Al aproximarse la cuadrilla de ánimas dirigida por el cura D. Juan Hernández, de quien se decía tenía grandes dotes para componer letrillas, entonaron la canción anterior. Al oírla, D. Manuel sale al balcón de su casa negando la limosna requerida, a lo que respondieron los miembros de la cuadrilla:


A las ánimas benditas,
no hay que cerrarle la puerta,
que diciendo que perdonen,
se van ellas tan contentas.

Y posteriormente respondió D. Manuel con la siguiente:

A las ánimas benditas,
mi puerta tengo cerrada,
que pintadas en un lienzo,
no necesitan de nada.

Este diálogo cantado, termina con la respuesta del grupo, que al fin conmueve al incrédulo dueño de la casa:

A las ánimas benditas,
dale limosna y no tardes,
que sabe Dios si la des,
por el alma de tus padres.

E inmediatamente, según cuenta nuestra informante, bajó del balcón D. Manuel García, invitando a la cuadrilla a pasar a su casa, donde entregó al cura cinco duros de limosna, preguntándole si era cantidad apropiada. Aún se recuerdan otras sobre casos concretos, como esta en la que se critica a un hacendado de la Villa por haber sido poco generoso en su limosna para las ánimas:

Come pollos y gallinas,
si quieres llevarte algo,
que lo que dejes aquí,
otro queda en el encargo.

O esta otra, que alude a la antigua costumbre de colgar los melones con hilo de pita, de las bovedillas que cubrían los portales de las casas, con varias versiones.

Las ánimas benditas,
a tu puerta han llegado,
a pedirte un melon blanquero,
de esos que tienes colgados.

De las ánimas benditas
soy humilde mensajero
que te lo pido cantando
me des un melón blanquero

En otras composiciones del cancionero popular arjonillero también aparece el tema de las ánimas

Asómate a esa ventana
cara de sardina frita
que le puedes dar un susto
a las ánimas benditas.

La cuadrilla de ánimas la componían en  nuestro siglo el sacristán, organista y sochantre, y otros personajes cercanos a la Parroquia, que con un portapaz pedían de puerta en puerta, dando a besar la “Santa Paz”, mientras cantaban las coplillas acompañados de guitarra, triángulo y otros instrumentos. Los monaguillos de la Parroquia continuaron esta costumbre, aunque algo deformada, y cuando las personas entregaban su donativo y había que responder “La Santa Paz te premie”, en alguna ocasión con el despiste del acólito se propinó a la mujer de la casa diciendo: “La Santa Paz te empreñe”.

Con los donativos en especie (harina tostada, azúcar y otros ingredientes con los que elaborar las gachas) subían a la torre para doblar desde las 12 del mediodía de la festividad de los Santos hasta el día siguiente. Justo al comenzar a doblar, en las casas se encendían las mariposas que consumían el aceite en memoria de los familiares difuntos, y las campanas doblaban incesantemente, porque así lo había estipendiado el pueblo. Acompañando estos quehaceres campaneros, se hacían las gachas en la torre, que hasta la leña se la daban en las casas, y con los restos se taparían las cerraduras para que las ánimas no penetrasen en las casas. La variedad gastronómica de esta fiesta se extiende también a los conocidos paneticos de los Santos y el guiso de castañas.

En la memoria de muchos arjonilleros permanece aquella historia que con tanta gracia cuenta mi pariente, - como él me dice – Lucas Bejarano, “La guti”, atribuyendo a Don Luis Sotomayor lo que posiblemente sea mucho más antiguo. Con todo lujo de detalles nos lo cuenta igualmente Carmen Cuesta: Un cura, algo desconfiado de su ama de llaves, se guardaba en la sotana la llave de la despensa, y el día de Todos los Santos le dejó a su ama la harina justa para hacer las gachas. Dicen que al ama de llaves se le fue la mano con el agua,  y aquello salió muy clarucho, por lo que se dijo: “voy a pedirle las llaves de la despensa al cura, para echarle más harina”. En ese momento, el cura se encontraba diciendo la Misa Mayor, y el ama se dirigió al coro para decirle al sochantre que no tenía harina, por lo que en mitad del oficio divino, canta desde el coro al son gregoriano: “Que dice María la nostra, que le des la llave del harineo, que le ha salío bando el gacheo, y le va a echar un polvoreo”. A lo que respondió el cura: “Pues dile a María la nostra, que si le ha salío blando el gacheo, que le meta fóquili, fóquili, y le de con el mánguili mánguili, hasta que haga fósfili, fósfili”.

Termino con un texto más serio, perteneciente a las Historias de Cal y Barro de Miguel Fernández. Opina así el ilustre escritor sobre nuestro cementerio: “No sé opinar de un pueblo hasta que no he visto su cementerio. El cementerio, aunque nos pase inadvertido, es la clave para conocer el alma de la ciudad. Viendo el cementerio de Arjonilla nos imaginamos pronto cómo puede ser su mundo de cal y sombra.

Para llegar al camposanto hay que caminar por un carril cubierto de cipreses y de olivos. El cementerio es pequeño y sencillo. Dentro del recinto hay una gran cruz formada de cipreses. En su centro, existe una columna que sostiene un cráneo donde se lee: “Como te ves, me vi; como me ves, te verás”. En la parte baja del cementerio hay unos olivos. Los olivos no podían faltar. Ellos son testigos de la vida del arjonillero y deben ser también de su muerte. Los olivos, ásperos y fuertes, están abonados con los huesos de los hombres, están absorbiendo olor de carne abierta.

El cementerio de Arjonilla tiene desde el más lujoso mausoleo hasta la más humilde fosa, arañada en la madre tierra. Todos los sepulcros se encuentran adornados el día de los difuntos. Junto a la tumba, el retrato del ausente y una mariposa de aceite encendida. Los arjonilleros visitan a sus difuntos. Los hombres rezan. Los niños comen castañas.

¡Cómo suenan en este pueblo andaluz las campanas de la agonía ¡ ¡Cómo se derraman entre olivos y cipreses sus notas de voz baja, íntima¡. Es un recuerdo de la muerte que abraza el ambiente, brumoso, triste y melancólico. Es el canto de la muerte, que acompaña al caer de las hojas y al murmullo del viento”.