jueves, 27 de febrero de 2014

La tambora de Arjonilla


Artículo publicado en Diario Jaén
Ildefonso Rueda Jándula.

Desde tiempos inmemoriales, en la madrugada del 15 de agosto, los auroros de Arjonilla, devotos de la Virgen del Rosario, han llamado a los fieles a la participación en el rosario de la aurora, que culminaba con la Misa del alba. Pasaban por las puertas de los cofrades cantando las coplas de la aurora acompañadas de los instrumentos típicos entre los que sobresale la conocida “tambora”, o gran bombo que antaño se tocaba con dos mazas. Los arjonilleros llevamos esta cadencia que marca la tambora en nuestro corazón, porque la tradición ya ha traspasado los límites de la Cofradía y se ha hecho plenamente popular, de ahí que en cada reunión festiva de los nacidos en esta tierra aflora siempre alguna de estas coplas, como algo propio que nos distingue. 

Si en los tiempos pretéritos la organización de la aurora corría a cargo de la Cofradía de la Virgen del Rosario, como elemento eficaz para pedir limosna a sus cofrades y poder así costear sufragios de misas por los difuntos menesterosos y otras labores de beneficencia, la popularidad actual de la tradición hace que su organización sea espontánea. Cualquier persona tiene el permiso de la autoridad competente para sacar a la calle la tambora y otros instrumentos como el almirez, guitarra, castañuelas y tambores, manifestación popular ante la cual se limitan los miembros de la Cofradía a la simple asistencia, sin el mayor protagonismo. Así ocurre a las doce de la noche de cada 14 de agosto, sin ritualidad ninguna, porque el lugar de partida es desconocido todos los años, aunque las primeras coplas se entonan frente a la puerta del Cura párroco y del alcalde, para asegurarse el beneplácito de las autoridades competentes.


El que lleva la tambora, inicia el toque de instrumentos, que al llegar a la puerta de la casa rectoral, enmudecen para comenzar la canción: Sacerdote Ministro de Cristo / que con vuestras manos eleváis a Dios / lo bajáis desde el cielo a la tierra / con cinco palabras de consagración. Y al acabar el solista, irrumpen los asistentes con desentonada voz: “Y esa es la verdad, que por chica que sea la Hostia lleva cuerpo y Sangre de su Majestad”, estribillo que representa una teología popular sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, como método que la acción contrarreformista de Trento utilizó en el barroco. Aunque los lugareños, prefieren otras estrofas donde aflora una familiaridad con las devociones religiosas: San Benito cuando era vaquero / una vaca tuerta le dió una corná / le pusieron una cataplasma / de aceite, vinagre y manteca sin sal. O esta otra, donde aparecen las órdenes religiosas que tuvieron casa en la localidad : El demonio como es tan travieso / en una avellana se quiso meter / y vinieron los padres franciscos / y lo machacaron en el almirez. 

Durante el siglo XVIII pervivieron el la localidad dos asociaciones que tuvieron como titular la Virgen del Rosario, la Cofradía de la Parroquia, fundada a finales del siglo XVI, y la Confraternidad de soldados marianos, cuya imagen del Rosario tenía su camarín en la ermita de San Roque. Algunos vecinos pertenecían a ambas asociaciones, festividades que se encuentran muy próximas en el ciclo festivo -primer y segundo domingo de octubre- y algunas canciones de los auroros de la Cofradía, hacen referencia a la imagen contraria. En la ermita del Patrón San Roque / María del Rosario tiene el camarín / El segundo domingo de octubre / con banderas y cetros la veréis salir. O esta otra, en la que lo militar, más propio de la soldadesca que de la Cofradía, se encuentra presente, aún refiriendo otra devoción local: En la plaza mayor de Arjonilla / hay una bandera que se puede ver / El que quiera sentar plaza en ella / Jesús Nazareno, es el coronel.

La aurora es una de las grandes tradiciones que perviven en Arjonilla, transformándose de acuerdo con los nuevos tiempos, no es mejor ni peor que en tiempos pasados, sino que está adecuada a nuestro presente, a nuestro modo de entender la vida en la actualidad. En sus orígenes también era una forma de diversión para los jóvenes, así lo atestiguan los escasos documentos que sobre el tema se conservan, pertenecientes al siglo XVIII, lo verdaderamente importante, es que el testigo pasa a nuevas generaciones, a pesar de que ya no queden melonares donde los grupos de amigos terminen la fiesta, robando algún melón que allí mismo comían, casi al amanecer.