Artículo publicado en
"Al pie de la Parroquia"
Sin lugar a dudas, una de las calles más bonitas de Arjonilla es la
calle de las parras, nombrada así hasta el año 1929, cuando pasó a llamarse
calle de la Reina Cristina, aunque poco permaneció el rótulo, ya que la segunda
república la dedicó a Manuel Azaña y desde la posguerra hasta nuestros días, al
Teniente Rueda. Para el pueblo, las Parras será siempre su nombre, desde las
palmeras hasta la cruz del cerro las cabras, entre las filas de los naranjos.
Nos llama el litófono (piedra que habla) bajo la cruz del cerro: "No hay
cruz sin santo, ni santo sin cruz alguna..." y al volver la mirada, con un
final que no podemos adivinar, la rectamente trazada calle del Cristo, nombrada
desde antiguo, calle de las Nevadas. Las parras y el Cristo, parecen desde la
Cruz del cerro, un compás abierto con poco ángulo. Calles que nos recuerdan en
este mes de mayo el trajinar de chiquillos con la santa Cruz, "Salve dulce
leño, salve dulces clavos..." adornada con las rosas de los huertos, el
gran estruendo de los tambores hechos de latas y el rodar del aro, cerro las
cabras abajo. Sobre la Historia y el paisanaje de ambas, habla este nuevo
capítulo de la serie "nuestras calles".
Se decía en Arjonilla a mediados del siglo XVIII, que la calle de las
Parras era la mejor y más poblada de casas principales (casas solariegas), como
la de Don Francisco Villar, donde el Prior, Don Cristóbal Castejón había
decidido construir el nuevo edificio del Hospital, sito hasta aquel tiempo
junto a la ermita de Santiago. El Ayuntamiento, como se verá en la siguiente
acta capitular de 1758, se opondrá por varias razones entre las que sobresale
el perjuicio que ocasionaría la nueva ubicación para la salud del vecindario:
“En este cabildo sus mercedes
dijeron que el Prior de la Parroquial de esta villa intenta fabricar hospital
nuevo en la calle de las Parras de ella con abandono del antiguo que de tiempo
inmemorial existe en la calle que llaman de Señor Santiago cuya determinación
se juzga perniciosa bastantemente a la salud del pueblo por ser como es dicha
calle de las Parras la mejor y más poblada de casas principales cuyos corrales
derraman a la del arco, como las de las dos casas que fueron de D. Francisco
Villar de que se ha despedido a los vecinos por dicho Prior con el fin de
fabricar el nuevo hospital en ellas con riesgo conocido y muchas incomodidades
del vecindario, mayormente lindando a las mencionadas casas... Y deseando sus
mercedes si fuese posible libertar de dichas malas resultas a esta población,
mandaron que se llame a este cabildo a Don Juan Garnica médico titular que a
más de treinta años que asiste en ella y a Manuel de Castilla cirujano aprobado
y Tomas Gutiérrez y Francisco Romero practicantes de dicho arte de cirugía los
que a continuación de este acuerdo digan los muchos inconvenientes y daños que
se seguirán a la salud pública de la translación del hospital a dicha calle las
parras y casas mencionadas que así no sucede con el antiguo”.
El mismo
solar, en la calle las Parras, mantuvo la beneficencia a finales del siglo XIX
con la primera congregación de religiosas que llegó a esta Villa, y ya en
nuestros días, la residencia de ancianos que tanta vida aporta al transitar de
la calle. El hospital de Santiago se regía por un patronato controlado por
representantes de la administración municipal así como de la Parroquia. Se
conserva el acta de toma de posesión del administrador del patronato en 1.780:
"En la Villa de Arjonilla a
once días del mes de febrero de mil setecientos ochenta años el Señor Don Roque
Serrano Moreno alcalde ordinario en el estado de hijosdalgo de ella, con mi
asistencia, la de Juan de Morales Soto y Francisco Brabo Alguacil ordinario
para efecto de continuar las diligencias que están mandadas pasó a las casas
hospital de enfermos pertenecientes a el titulado de Santiago de esta dicha
villa, que están sitas a la calle las Parras de ella, que estando en una
antesala tomó de la mano a el dicho Juan de Morales y lo introdujo en la sala
enfermería en señal de posesión y administrador a quien le mandó hiciera actos
de tal y consiguiente a esto habló a cinco enfermos varones haciéndoles algunas
preguntas dirigidas a si les hacía falta alguna cosa para suministrársela,
desde la cual paso a otra sala enfermería de mujeres y encontrando a una que lo
estaba hizo iguales preguntas y ofrecimientos y posteriormente se introdujo en
otros cuartos o habitaciones haciendo en ellos actos de posesión la cual
expreso tomar en dichas casas a nombre de todos los demás vienes pertenecientes
a el referido hospital así raíces como semovientes y muebles en calidad de tal
administrador"
Historias de vecinos
En el número uno de la calle las Parras vivían, a mediados del siglo
XVIII, Don Juan Jiménez de la Barrera y Doña Ana Serrano Morales, personajes
nobles que no vieron el solar familiar convertido en el primer edificio donde
se instaló el Casino, o "Círculo Cultural de la Amistad", con 51
socios, fundado en mayo de 1895 por Don Ángel Hernández Martos. Junto a éste, a
principios de siglo estaba el otro Casino, el "Círculo artístico",
con 92 socios, fundado en junio de 1899 por Don Diego Muñoz Cobo Jiménez. Otros
personajes nobles que habitaron en la calle las Parras fueron Francisco Niquesa
Cobaleda, Juan Antonio Soto de la Barrera y María Isabel Jiménez de Aguilar.
Una de las causas criminales que tuvo como escenario la calle de las
Parras, se origina a raíz del desacuerdo entre dos familias sobre la boda de
dos jóvenes arjonilleros de mediados del siglo XVIII. En el siguiente
documento, la declaración del testigo Juan Montoro Peña, se advierte la
importancia que la sociedad daba en aquella época a la limpieza del linaje y
tristemente comprobamos la separación entre distintas clases sociales.
"Dijo que lo que sabe y puede decir es que habrá siete u ocho
días que a pedimento de Roque de Martos sacaron de las casas de Pedro Villar a
Juana Gómez su cuñada y la depositaron en las de D. Francisco de Calmaestra,
Presbítero, amo del testigo, a
dicho Pedro Villar en la esquina de la Calle de las Parras le dixo le diese
recado a Juana Gómez diciéndole mirase lo que hacía porque el padre del novio
era un negro y su madre una morisca: y que además de ello un tío del novio años
pasados lo habían puesto en la afrenta pública en la Argolla (lugar
para el escarmiento público), y que le
encargaba al testigo no le dijese a la dicha Juana Gómez que él se lo había
dicho sino es que el testigo había estado en su casa adonde había visto que
estaban Doña María José de Ortega Don Balthasar Francisco Sotelo, y Don
Francisco Luis Valenzuela, consolando a Luisa Gómez, mujer del dicho Villar y
hermana de la novia que estaba llorando y que todos decían era una lástima se
hiciese tal casamiento pero lo referido el testigo ni lo vio ni lo oyó mas que
habérselo dicho el referido Pedro Villar para que diese el recado a la novia en
la forma que se lo decía... y que después habrá tres noches que pasando el
testigo la calle abajo del Mesón estaba el dicho Pedro Villar hablando con Don
Lope de Soto en la esquina y emparejando con ellos le llamó y le dijo que tal
estaba aquella galga que no sería la primera que la hubiesen muerto a puñaladas
y que no estaba muy lejos pues no se había de perder la vida de su mujer por
una pícara negra: y esto es lo que saben en la forma que deja expresado y puede
decir en verdad so cargo del juramento que tiene hecho que no firmó porque dijo
no saber en edad de diez y ocho años poco más o menos".
De "Nevadas" al
Cristo.
La calle Cristo tuvo desde
antiguo el nombre de "calle de las nevadas", donde según D. Alberto
de la Torre, recientemente fallecido, vivía el soldado arjonillero Juan de Dios
húsar de Olivenza quien salvó la vida del general San Martín en el combate de
Arjonilla, preludio de la victoria de Bailén, durante la guerra de la
Independencia. Cuando esto ocurría, el Cristo ya había sido colocado en su
hornacina de la calle. A partir de su instalación, el nombre oficial seguía
siendo el de "Calle de las Nevadas", pero el pueblo comenzó a decir
"Calle del Cristo", y por simplificación se reconocerá por la
autoridad municipal este nombre popular, para oficializar el rótulo como
"Calle Cristo". En nuestra Andalucía, la presencia de una Cruz, o un
Cristo en una calle o en un camino requiere del caminante, del que pasa junto a
él, un padrenuestro, una oración por un suceso prodigioso o por el alma de un
cristiano.
Todavía no se había
trazado la calle Pizarro para comunicar esta calle con el Santo, cuando
Petronila de Lara hizo colocar a la puerta de su casa la imagen del Santísimo
Cristo, tras la guerra sustituida por una estampa del Cristo pintado por
Velázquez iluminada cada noche por una tenue lamparilla. Después de tantos
siglos, el "para siempre jamás" implorado por Petronila de Lara en su
testamento, perpetúa su memoria.
El Cristo de Doña
Petronila de Lara.
Doña Petronila de Lara,
realiza su primer testamento en 1.745, donde manifiesta que era viuda de Juan
de Jándula y que estaba aquejada de enfermedad. Quiso ser enterrada en el
Convento franciscano de Santa Rosa de Viterbo, y la Cofradía de la Virgen del
Rosario tendría la obligación de ofrecerle diez misas como una de sus cofrades.
Entre sus diversas mandas de bienes muebles a varios vecinos, destaca la
donación de 600 reales "los que se entreguen al mayordomo de la fábrica de
la Iglesia Parroquial de esta Villa para que los convierta en agrandar la
lámpara de plata que está en el sagrario bajo de dicha Iglesia".
Sin embargo, un nuevo
testamento realizado en agosto de 1746, al año siguiente, anula las
disposiciones anteriores, legando a su sobrina Ana Petronila Hernández, las
casas de su propiedad, "Con carga y obligación que ha de tener de encender
todas las noches del año la luz de un farol que alumbre la efigie de un
crucifijo que está en un nicho sobre la puerta de dichas casas y en caso de que
por omisión deje de encenderlo alguna o algunas noches luego que se justifique
por parte de María Hernández su hermana pasen a esta las dichas casas con la
misma obligación la que han de tener todos los sucesores y si alguno no lo
hiciere por el Prior que es o fuere de la Iglesia Parroquial de esta Villa se
le pueda apremiar y a su costa mandar encender dicho farol. Y si llegase el
caso de venderse dichas casas por alguno o algunos de los poseedores ha de ser
con la misma carga y obligación y no en otra manera".
Finalmente este segundo
testamento aclara el acoso que, ya enferma, tuvo por parte de sus herederos:
" Por este mi testamento revoco y anulo y doy por ningunos y de ningún
valor ni efecto todos los demás testamentos, poderes, codicilos y otras
disposiciones que antes de este haya hecho y otorgado, y los que en adelante
hiciere y otorgare si no es que contenga en su principio la oración del Ave
María completa en sus dos partes, y en el final la explicación del Misterio de
la Encarnación del Verbo Divino en aquella forma que enseñan los catecismos ...
y no en otra forma ni manera alguna y el que sin esta circunstancia se hiciere
quiero no valga ni se tenga por mi testamento porque se debe entender hecho
para libertarme y eximirme de sugestiones y persuasiones muy porfiadas que
hasta aquí he padecido de muchas personas que han pretendido heredar mis
bienes".
Doña Petronila dejaba su
casa a sus sobrinos, marchaba de este mundo sabiendo que si querían
"aprovecharse" de su herencia, tendrían que cumplir cada día la
obligación de encender el farol del Cristo. Todo atado y bien atado para
cumplir las ansias de perpetuidad tras la muerte, que el descubrimiento
documental nos ha desvelado para combatir la ignorancia de los tiempos
pretéritos. Continuaremos paseando por nuestras calles.