Artículo publicado en
"Al pie de la Parroquia"
Desde el Botillo, donde
hemos permanecido contemplando la Semana Santa, continuamos nuestro recorrido
mensual por las calles de nuestro pueblo, y pasamos de largo la calle Llana, no
sin antes contemplar la belleza de las curvas que describen la angostura del
Botillo en su unión con la calle Llana y toda ésta que se constituye en una de las vías mejor trazadas desde
el punto de vista urbanístico. Según la opinión de los tratadistas urbanos
antiguos, por el movimiento de fachadas y los juegos de luces y sombras de los
distintos momentos del día, podemos descubrir nuevos escenarios, de acuerdo
asimismo con nuestro propio estado anímico. No nos detenemos en la calle Llana,
porque ya lo hicimos en esta revista en marzo de 1993. "Al pie de la
Parroquia" también es ya, parte de la Historia de Arjonilla.
Santa María de los Reyes
Una de las ermitas menos
conocida de cuantas sucumbieron al paso de los siglos, es la de Santa María de
los Reyes, al comenzar la carrera de San Roque, que dio nombre a la calle y
explanada que aun siendo un espacio amorfo, todos identificamos como "Los
Reyes". Allí acudían nuestros abuelos en la tarde noche del cinco de enero
en espera de otros reyes, los magos, y toda la chiquillería regresaba a sus
casas, algo decepcionados porque tales personajes no llegaban al lugar de
costumbre. Mientras, los reyes de verdad, habían dejado en sus casas los
humildes juguetes -para unos pocos- y caramelos para algunos más, ante la
decepción del resto.
La primera noticia
histórica sobre la devoción a Nuestra Señora de los Reyes en Arjonilla, data de
1.634, cuando Diego Morales Pulido deja en su testamento un ducado de limosna a
su Cofradía. Por el mismo tiempo, Doña María de Morales fundaba el hospitalillo
de Jesús Nazareno y su ermita a través de su testamento. Además de esta
donación, Doña María de Morales dotó a la Cofradía del Santísimo Sacramento de
un censo de 18.700 maravedís de principal, sobre una casa en la calle San
Roque, linde con casas de Ana López viuda
de Francisco Zamora y solar de la Iglesia que fundaba la Cofradía de Nuestra
Señora de los Reyes, información que nos proporciona el Catastro de
Ensenada un siglo más tarde. Esto quiere decir, que al tiempo de imponer el
censo a favor de la Cofradía del Santísimo Sacramento (hacia 1.630), la futura
ermita era todavía un solar en el que la Cofradía de Nuestra Señora de los
Reyes construiría su pequeña ermita, posiblemente con donativos particulares
como la donación testamentaria de Diego Morales.
En 1676, ante las noticias
de peste en Cartagena, se cierra la Villa con puertas, para guardarse del
contagio, una de las cuales estuvo junto a la ermita de los Reyes. Según los
testimonios orales, esta ermita era pequeña con el fin de albergar a la imagen
de la Virgen, de vestir, también en pequeño tamaño. Como lugar de culto,
también fue utilizado para enterramiento, y así lo dispone Juliana Vela en su
testamento de 1815. Dentro de los bienes patrimoniales del Ayuntamiento, en
1890 aparece la ermita de los Reyes, con un valor de 500 pesetas, y diez años
más tarde es reconocida por el maestro de obras de la Villa, Martín Carmona,
por su situación ruinosa, según la siguiente declaración:
”El que suscribe perito alarife de esta Villa de Arjonilla certifico
que por orden de Dn. Rafael Martínez Sánchez he pasado a reconocer la ermita los Reyes por lo que veo
está ruinosa la pared que da a la calle Llana y el frente de la puerta de la
Iglesia que da a la carrera S. Roque por lo que doy el presente que firmo en
Arjonilla a cinco de Marzo de mil novecientos uno“.
fdo. Martín Carmona.
Esta situación provocó el
abandono de la ermita para el culto católico, y así en 1931 la escuela de niños
nº 3 de la localidad, del maestro D. Alfonso Lara Gómez se traslada al
edificio, que es adquirido finalmente por el Ayuntamiento en 1936 por precio de
2.100 pesetas. Su extensión era de 184 metros cuadrados y la construcción fue
demolida al año siguiente, durante la guerra civil, ante una decisión
municipal, ya que amenazaba ruina.
En 1847, Don Bernardo
Félix Jiménez Pérez de Vargas poseía un huerto zahurda al lado de esta ermita,
lo que hace pensar que la calle Reyes no estaba muy poblada, o al igual que
ocurre en la actualidad, muchas casas de la calle de los arcos (Avda.
Andalucía) tenían sus puertas "falsas" hacia los Reyes. Un hecho
curioso ocurrió en este lugar en 1668, cuando el alcalde noble de la Villa,
Roque Jacinto Jiménez de Soto, dio cuentas al tribunal eclesiástico de Jaén de
una afrenta que llegó a las armas entre María González, mujer de Diego López
contra Fernando González de Mestanza, porque este último le había dicho a un
grupo de niños que se fueran a jugar al "Ejido", (posiblemente a San
Roque), y que no lo molestaran en su calle. Esto generó una discusión que
degeneró en el enfrentamiento de vecinos incluso con armas.
Los arcos que nunca vimos
Para convertir el espacio
abierto del Mercado en Plaza mayor de festejos taurinos, se construye en 1616,
un arco y muralla, al comenzar la calle que discurría hasta San Roque desde la
plaza, entre lo que hoy son las casas de Rivas y el restaurante Las Palmeras.
El espacio existente entre el restaurante y la carretera, estaba ocupado por
una casa, cuya fachada principal daba al mercado, y entre ésta y la casa de
enfrente, se construye el arco y muralla, que dará nombre a la calle hasta el
siglo XVIII: Calle del Arco.
En 1636, se repara esta
obra en la que se hizo una muralla en la
calle que entra en el dicho mercado de la que viene de Señor San Roque, la cual
dicha muralla y arco se ha maltratado y deteriorado. Como hemos comentado,
la calle se llamó "Del Arco" hasta el siglo XVIII, ya que en 1779,
para evitar la ruina de la pared que
divide el arco de la calle de este nombre contra la casa de Doña Ildefonsa
Cobo, se construyó otro arco y entre
los dos se fije el escudo de armas que tiene esta Villa. Esto último, no
llegó a realizarse, y en su lugar se colocó el escudo del entonces monarca,
Carlos III, que aún se conserva, colocado en las lonjas por Luis A. Salcedo,
frente al bar terraza. Con este elemento, se han reconstruido virtualmente los
arcos monumentales que vieron los arjonilleros del siglo XVIII, y que motivaron
el cambio en el nombre de la calle, "De los Arcos".
Tan sólo cien años más
permanecieron en pie estos arcos, ya que en 1887, el alcalde de Arjonilla, Don Juan Bejarano Hernández,
decidió su derribo junto con el de la casa contigua a los arcos, provocando la
polémica del pleno del Ayuntamiento que obligó al alcalde a paralizar las obras
de demolición y a reparar el destrozo. Eso ocurrió a principios de agosto en
aquel año y finalmente el derribo se llevó a cabo por completo, ante la
sorpresa de los concejales. Todavía en septiembre de 1887, permanecían los
escombros de los antiguos arcos sobre la calle, ante las quejas del vecindario,
que provocan la decisión municipal de su retirada a la parte de la casa que aún
quedaba por derribar.
Una vez destruidos los
arcos, el nombre la calle había perdido su justificante, así que en 1903 la
calle de los arcos pasa a llamarse Marcos Ruiz Pousibet, médico titular de la
Villa desde 1883 y padre de Rafael Ruiz López, escritor que publicó en
Barcelona los siguientes libros: "Cantos Nuevos", (1900), "El
burro del tío Antón" (1902), "El arte de descasarse ..." (1910),
"El arte de cazar mujer" y "El arte de cazar marido". Con
la llegada de la guerra civil, de Marcos Ruiz, la calle pasa a llamarse Avenida
de Lenin, con la dictadura, Queipo de Llano, hasta pertenecer finalmente a la
Avenida de Andalucía, aunque eso es lo que dice el rótulo, porque muchos de
nuestros mayores aún la nombran como "Calle de los arcos", y es que
la tradición pesa sobre los cambios políticos.
La Beata Ildefonsa Cobo y
otros vecinos
Es uno de los personajes
que más influyeron en la vida religiosa del Arjonilla del siglo XVIII. Nos
referimos a Doña Ildefonsa Cobo de Quirós, de la que se podría escribir todo un
libro, aunque ahora nos contentaremos con unas breves pinceladas. Vivía en la
calle del Arco, mejor dicho al lado del arco, que se apoyaba en su misma casa.
Casada con don Miguel Gregorio de Mestanza y Aguilar, familiar del Santo Oficio
de la Inquisición, uno de los más hacendados de la Villa, de cuyo matrimonio no
hubo descendencia.
Doña Ildefonsa Cobo es uno
de los tres personajes que más contribuyeron a favor del patrimonio de la
Iglesia en toda la Historia de Arjonilla. El primero, Don Luis Díaz de
Aguilera, a finales del siglo XVII, fundador del convento franciscano, sin
herederos. El segundo, Don Martín de Carmona Valenzuela, en la primera mitad
del siglo XVIII, agrega bienes rústicos al convento y al pósito, también sin
descendencia. Finalmente, Doña Ildefonsa Cobo aporta su patrimonio, a falta de
herederos directos, para grandes obras de reforma en el templo parroquial, como
la solería de jaspe y retablos del presbiterio bajo, además de donar el magnífico
copón aburilado y guarnecido de medallones iconográficos y esmeraldas, pieza más
significativa de la orfebrería parroquial. La Cofradía del Santísimo Sacramento
fue objeto a su muerte de donaciones importantes estipuladas en su testamento.
En la calle de los arcos,
Bernabé Garrote tenía en su casa un horno para cocer teja y ladrillo, que los
vecinos denunciaron en 1.774, por la calor y el humo que desprendía, aunque el
Ayuntamiento no prohibió la actividad al declararse la gran pobreza de este
vecino, que pretendía poner en funcionamiento cuatro hornos más. En aquel tiempo, era vecina de doña
Ildefonsa Cobo, la partera Marina López, y la casa que hoy ocupa el casino, era
propiedad de la Cofradía de la Virgen del Carmen. Justo al lado, haciendo
esquina a la calle de Doña Sebastiana, conocida como "callejón de la tonta
manteca", vivía Jerónimo Barrera y posteriormente el cura "manos
negras", aunque eso da para otra historia. El mes que viene, atravesaremos
los arcos para subir la calle Las Parras.